2 ene 2015

Clavos en el bordillo.

Erase una vez una chica con mal carácter.
Su padre le dio un saco de clavos y le dijo que clavara uno en el bordillo de madera del jardín cada vez que perdiera la paciencia o se enfadara con alguien.
El primer día clavó 37 clavos.
Durante las semanas siguientes se concentró en controlarse y día a día disminuyó la cantidad de clavos nuevos en el bordillo de madera.
Había descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos.
Finalmente llegó un día en el que ya no clavaba ningún nuevo clavo.
Entonces fue a ver a su padre para explicárselo.
Su padre le dijo que era el momento de quitar un clavo por cada día que no perdiera la paciencia.
Los días pasaron y finalmente la chica le pudo decir a su padre que había quitado todos los clavos del bordillo de madera.
El padre condujo a su hija hasta el bordillo de madera y le dijo:
« Hija mía, te has comportado muy bien, pero mira todos los agujeros que han quedado en el bordillo de madera » .
Ya nunca será como antes. Cuando discutes con alguien y le dices cualquier cosa ofensiva le dejas una herida como ésta.
Puedes clavar una navaja a un hombre y después retirarla, pero siempre quedará la herida.
No importan las veces que le pidas perdón, la herida permanecerá.
Una herida provocada con la palabra hace tanto daño como una herida física.
Los amigos son joyas raras de encontrar.
Están listos para escucharte cuando tienes necesidad, te sostienen y te abren su corazón. 
Intenta cuidarlos tanto como puedas todo el tiempo que sea posible, pues amigos de verdad uno de cada cien.

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