14 oct 2014

La vida sigue pero yo no sigo con ella, solo la veo pasar.

Siento que nada de lo que he hecho a lo largo de mi vida, ha valido la pena. La vida pasa y sólo hace eso, pasar. Y yo mientras me siento en la cama cerca de la ventana observando cómo el mundo podría seguir perfectamente sin mi; que el Sol seguiría saliendo y la gente seguiría viviendo. Siempre que me siento aquí a observar la vida, lo hago con música y en momentos como ese es en los que me doy cuenta de lo sola que estoy y, por eso escribo, cómo si al mundo le importase mi vida, cómo si a esos desconocidos que tal vez me leen les importase de verdad el dolor que siento porque me acaban de romper el corazón; sólo un poco más de lo que ya estaba, un rasguño que ni con una dichosa tirita volvería a ser como antes. Y duele, claro que lo hace pero eso no le importa a nadie; a nadie le importa que no le encuentre sentido a la vida, ni que llores ni te sientas sola; ni siquiera a las personas que te han roto. Mírate, ellos te ven reír y solo se preguntan como coño lo haces para ser siempre tan feliz. Pero no lo eres; y lo sabes porque últimamente no dejas de escribir. Y lo que la gente no sabe es que siempre que escribes, lloras creyendo que luego te sentirás mejor pero eso nunca pasa. Lo único que haces es sentarte ahí arriba observando el anochecer mientras te preguntas dónde o cómo empezó todo aquello que tanto te ha hundido pero no lo recuerdas, parece que sólo recuerdas que ha acabado, que ya no está. Y miras hacia el horizonte sabiendo que no va a volver y te secas esa lágrima que sin querer o queriendo, se te ha escapado sabiendo que vas a echar en falta poder ver como su piel se iluminaba por culpa de los rayos de sol que entraban por la ventana y sabes que esa, sólo es una de las miles de cosas que vas a echar de menos; como verlo medio desnudo caminando por tu pasillo, acurrucarte en su pecho en el sofá o incluso el mensaje en el móvil con sus buenos días aún teniéndolo al lado. Sabes que todo eso ha acabado y sólo pasa otro día y sigues ahí, tirada, observando la Luna; aquella con la que tanto te comparaba y te decía entre susurros que no tenía nada que envidiarte, que no había piel más blanca y más bonita que la mía a la luz de la Luna y, ahora la observo y echo de menos que esté aquí mirándonos a ambas intentando descubrir cual de las dos era la más preciosa cuando al final de la noche siempre me escogía a mi y se venía conmigo. Y, ahora, sólo me queda ella, y en noches como ésta me da por pensar y siento que no somos tan distintas; ambas, ahí arriba, solas, frías y rotas entre una oscura noche ignorando a las estrellas por alguien como él que ya no está y quien sabe si volverá  y mientras la vida sigue y yo no sigo con ella; sólo la veo pasar.

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